viernes, 17 de agosto de 2007

A los fatigados y cansados



por Charles Haddon Spurgeon
"Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar." -- Mateo 11:28


Sin duda, ustedes han escuchado ya muchos sermones que han tenido como base este texto. Yo mismo lo he utilizado no sé cuántas veces; sin embargo, no las veces suficientes como quisiera hacerlo si Dios me presta vida. Este versículo es una de aquellas grandes e inagotables fuentes de salvación de las que podemos extraer un contenido de manera permanente, sin que lleguen a extinguirse. Un proverbio nuestro dice: "las fuentes probadas son las más dulces", y entre más hurguemos en un texto como éste, se tornará más dulce y lleno de significado.En esta ocasión, voy a utilizar este versículo de una manera especial para extraer un solo punto de su enseñanza. Podría hablar, si así lo quisiera, del reposo que Jesucristo da al corazón, a la mente y a la conciencia de aquellos que creen en Él. Éste es el reposo, éste es el refrigerio que encuentran aquellos que vienen a Él, ya que podemos leer en el texto: "yo los refrescaré" o "yo los aliviaré". Tendría un tema muy dulce si hablara acerca del maravilloso alivio, del divino refrigerio, del bendito reposo que llega al corazón cuando hay fe en Jesucristo. ¡Que todos ustedes experimenten esa bendición, queridos amigos! ¡Que su reposo y su paz sean muy profundos! ¡Que no sea un descanso fingido, sino un descanso que resista las pruebas y los escrutinios! ¡Que su reposo sea duradero! ¡Que su paz sea como un río que nunca deja de correr! ¡Que su paz sea siempre una paz segura, no una paz falsa, cuyo fin es la destrucción! ¡Que sea una paz verdadera, sólida, justificable, que resista durante toda su vida y que al fin se diluya en el reposo de Dios, a Su diestra, por toda la eternidad! ¡Bienaventurados los que descansan así en Cristo! Esperamos contarnos entre ellos; y si es así, que podamos penetrar de manera más profunda en su glorioso reposo.

También podría hablar, queridos amigos, acerca de las diversas maneras en las que el Señor da descanso a los creyentes; podría dirigirme especialmente a algunos de ustedes que, siendo creyentes, no consiguen obtener el descanso prometido. Algunos de nosotros nos afanamos con las cosas de este mundo o somos atribulados por nuestros propios sentimientos; nos encontramos perplejos y sacudidos de acá para allá por dudas y temores. Deberíamos estar descansando, ya que "los que hemos creído, sí entramos en el reposo". El reposo nos corresponde por derecho: "Siendo justificados por la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo"; pero, por alguna razón u otra, algunos de los que son así justificados no parecen alcanzar esta paz, ni gozar del reposo como deberían.

Tal vez, mientras hablo, puedan encontrar la causa por la que no obtienen la paz y el reposo que deberían tener. Ciertamente, nuestro Señor Jesucristo, cuando pronunció las palabras de nuestro texto, no le habló a un grupo en particular. A todos los que están fatigados y cargados, ya sean cristianos maduros o gente inconversa, Él dice: "Venid a mí, y yo os haré descansar." Ciertamente me gozaré si, como resultado de mi sermón, algunos que están tensos y quejumbrosos tal vez, con un espíritu decaído y un corazón oprimido, vienen nuevamente a Cristo, acercándose a Él una vez más, entrando en contacto nuevamente con Él, y así encuentran descanso para sus almas.
Entonces será doblemente dulce estar sentado a la mesa de la comunión, descansando en todo momento, reposando y festejando, no de pie, con los lomos ceñidos y con el báculo en la mano, como lo hicieron quienes participaron de la Pascua en Egipto, sino más bien reposando, como lo hicieron quienes participaron de la última cena, cuando el Maestro estaba reclinado en medio de sus apóstoles. Por tanto, que sus cabezas reposen espiritualmente sobre Su pecho y que sus corazones encuentren refugio en sus heridas, mientras le oyen decir: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar."Sin embargo, no es acerca de esa verdad en particular sobre la que les hablaré hoy.

Quiero tomar solamente este pensamiento: la gloria de Cristo, de manera que Él nos pueda decir algo así; el esplendor de Cristo, para que sea posible que Él diga: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar." Estas palabras, salidas de la boca de cualquier otro ser humano, serían ridículas, llegando hasta la blasfemia. Pensemos en el poeta más inspirado, en el más grande filósofo, el rey más poderoso, pero ¿quién, aun con el alma más grande, se atrevería a decir a todos los que están fatigados y cargados en toda la raza humana: "Venid a mí, y yo os haré descansar"? ¿Dónde hay alas tan anchas que puedan cubrir a toda alma entristecida, excepto las alas de Cristo? ¿Dónde hay una bahía con la capacidad suficiente para albergar a todos los navíos del mundo, para refugiar a cada barco sacudido por la tempestad que alguna vez haya surcado el mar? ¡Dónde sino en el refugio del alma de Cristo, en quien habita toda la plenitud de la Deidad y, por lo tanto, en quien hay espacio y misericordia suficientes para todos los atribulados hijos de los hombres!¡Ése será, entonces, el sentido de mi mensaje¡ ¡Que el Espíritu de Dios por su gracia me ayude a presentarlo!

I. Primeramente, fijemos nuestra atención en LAS PERSONALIDADES DE ESTE LLAMADO: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar." Si escudriñamos el texto cuidadosamente, notarán que hay una doble personalidad involucrada en el llamado. Es: "Venid todos lo que… -venid todos los que...- a mí; y yo daré descanso a ustedes." Se trata de dos personas que se aproximan entre sí, una otorgando y la otra recibiendo el descanso; pero no es, de ninguna manera, una ficción, un producto de la imaginación, un fantasma, un mito. Son ustedes, ustedes, USTEDES, que están realmente fatigados y cargados, y que, por lo tanto, son seres reales, dolorosamente conscientes de su existencia; son ustedes quienes deben de ir a otro Ser, que es tan real como ustedes mismos, Uno que es un ser tan viviente como ustedes son seres vivientes.

Es Él quien les dice a ustedes: "Venid a mí, y yo os haré descansar."Queridos amigos, quiero que tengan una convicción muy clara de su propia personalidad; porque, a veces, da la impresión de que a la gente se le olvida que son individuos distintos de todo el mundo. Si se regalara una moneda de oro, y su sonido se escuchara a la distancia, la mayoría de los hombres estarían conscientes de su propia personalidad, y cada quien miraría por sí mismo, y trataría de obtener el premio; pero a menudo encuentro, en relación con las cosas eternas, que los hombres parecen perderse en la multitud y piensan en las bendiciones de la gracia como una suerte de lluvia general que puede caer en los campos de todos de manera igual, pero no necesariamente esperan la lluvia en su propia parcela, ni desean obtener una bendición específica para sí. Entonces, pues, ustedes, ustedes, USTEDES, que están fatigados y cargados, despiértense. ¿Dónde están? El llamado del texto no es para su hermana, su madre, su esposo, su hermano o su amigo, sino para ustedes: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar."Bueno, ahora que se han despertado y sienten que son una personalidad distinta de todos los demás en el mundo, sigue el punto de mayor importancia de todos: ustedes tienen que ir a otra Personalidad. "Venid a mí" -dice Cristo- "y yo os haré descansar." Aquí les pido que admiren la maravillosa gracia y la misericordia de este arreglo.

De acuerdo con las palabras de Cristo, ustedes obtendrán la paz del corazón, no al venir a una ceremonia o a una ordenanza, sino a Cristo mismo: "Venid a mí." Ni siquiera dice: "Venid a mi enseñanza, a mi ejemplo, a mi sacrificio", sino "Venid a mí." Es a una Persona a quien deben ir, a esa misma Persona que, siendo Dios e igual que el Padre, se despojó de sus glorias y asumió cuerpo humano,

"primeramente para, en nuestra carne mortal, servir;y después, en esa misma carne, morir."Y ustedes deben ir a esa Persona; debe haber una cierta acción de parte de ustedes, el movimiento de ustedes hacia Aquel que les llama: "Venid a mí", un movimiento que se aleja de toda otra base de confianza o puerta de esperanza, hacia el que llama como la Persona que Dios ha designado y ungido para que sea el único Salvador, el gran depósito de gracia eterna, en quien el Padre ha querido que habite toda la plenitud. ¡Oh hombre glorioso, oh glorioso Dios, que puede hablar así con autoridad, y decir: "Venid a mí, y yo os haré descansar"! Les suplico que hagan a un lado cualquier otro pensamiento, excepto el de Cristo viviendo, muriendo, resucitando y subiendo a la gloria, ya que Él les señala, no la casa de oración, ni el trono de gloria, ni el baptisterio, ni la mesa de la comunión; ni siquiera las cosas más santas y sagradas que Él ha ordenado para otros propósitos; ni siquiera al Padre mismo, ni al Espíritu Santo, sino que dice: "Venid a mí." Aquí debe empezar su vida espiritual, a Sus pies; y aquí debe ser perfeccionada su vida espiritual, en Su pecho, ya que Él es a la vez el Autor y el Consumador de la fe. Adoremos a Cristo, en cuya boca estas palabras son tan adecuadas y llenas de significado; no puede ser menos que divino quien así se expresa: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar."

II. Ahora, en segundo lugar, quiero que se den cuenta de LA MAGNANIMIDAD DEL CORAZÓN DE CRISTO, manifiesta en el texto: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar."Dense cuenta, primero, de la magnanimidad de su corazón al destacar a aquellos verdaderamente necesitados para hacerlos objeto de su llamado amoroso. ¿Alguna vez se han dado cuenta del cuadro que el Señor ha dibujado mediante estas palabras? "Todos los que están fatigados." Ésa es la descripción de una bestia que tiene un yugo sobre su cuello. Los hombres pretenden encontrar placer al servicio de Satán, y le permiten que unza su yugo sobre sus cuellos. Seguidamente tienen que trabajar y batallar y sudar en lo que ellos denominan placer, sin encontrar descanso ni contentamiento en ello; y entre más trabajan al servicio de Satanás, más se incrementa su trabajo, ya que él utiliza aguijada y látigo, y siempre los está impulsando a esfuerzos renovados. Ahora, Cristo dice a esas personas que son como animales de carga: "Venid a mí, y yo os haré descansar."Pero ellos se encuentran en una peor condición de la descrita, pues no solamente trabajan, como el buey en el arado, sino que también llevan una carga muy pesada.

Muy pocas veces sucede que los hombres convierten a un caballo o a un buey simultáneamente en una bestia de tiro y de carga, pero así es como el diablo trata al hombre que se convierte en su siervo. Satanás lo engancha a su carroza y lo obliga a arrastrarla, y luego salta sobre sus espaldas y cabalga como un jinete. Así que el hombre trabaja y está severamente cargado, ya que tiene que arrastrar el carro y llevar al jinete. Tal hombre se fatiga en pos de lo que él llama placer, y, al hacerlo, el pecado salta sobre su espalda, y luego le sigue otro pecado, y luego otro, hasta que pecados sobre pecados lo aplastan contra el suelo, pero aun así tiene que continuar arrastrando y jalando con toda su fuerza. Esta doble carga es suficiente para matarle; pero Jesús lo mira con piedad, viéndolo fatigado bajo la carga del pecado y trabajando para obtener placer en el pecado, y le dice: "Ven a mí, y yo te haré descansar."¿Cristo quiere a las bestias de tiro del diablo, aun cuando ya se han desgastado al servicio de Satanás? ¿Quiere persuadirlas de abandonar a su viejo amo para que vengan a Él? ¿A estos pecadores que sólo están cansados del pecado porque ya no pueden encontrar fuerzas para seguir pecando, o que no se sienten cómodos, puesto que ya no disfrutan del placer que antes encontraban en la maldad, Cristo los llama a venir a Él? Sí, y una muestra de la magnanimidad de Su corazón es Su deseo de dar descanso a aquellos grandemente fatigados y cansados.Pero la magnanimidad de Su corazón se comprueba en el hecho de que invita a todos esos pecadores a venir a Él; a todos esos pecadores, repito.

¡Cuánto significado contiene esa pequeña palabra: "todos"! Creo que, generalmente, cuando un hombre usa grandes palabras dice pequeñas cosas; y cuando usa palabras pequeñas, dice grandes cosas; y, ciertamente, las pequeñas palabras de nuestro idioma son usualmente las que tienen mayor significado. ¿Cuál es el significado de esta pequeña palabra, "todos", o, más bien, qué es lo que excluye? Y Jesús, sin limitar su significado, dice: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados." ¡Oh magnificencia del amor y de la gracia de Cristo, que invita a todos a venir a Él! Y más aún, invita a todos a venir de inmediato. "Vengan todos conmigo" -dice Él- "todos los que están fatigados y cargados; vengan en una multitud, vengan en grandes masas; vuelen a mí como una nube, como palomas a sus ventanas." Nunca serán demasiados los que vengan a Él y le hagan sentir satisfecho; Él dice: "Entre más, más contento." El corazón de Cristo se regocija por todas las multitudes que vienen a Él, porque ha hecho una gran fiesta, y ha invitado a muchos, y sigue enviando a Sus siervos a decir: "Aún hay espacio; por tanto, venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados."Recordemos, también, que la promesa de Cristo está dirigida personalmente a cada uno de estos pecadores. Cada uno de ellos vendrá a Él y Él dará el descanso a cada uno. A cada uno que está fatigado y cargado, Jesús le dice: "Si tú vienes a mí, Yo, Yo mismo te daré descanso; no te enviaré al cuidado de mi siervo, el ministro, para que te cuide, sino que yo mismo haré todo el trabajo y te haré descansar." Cristo no dice: "Te llevaré a mi palabra, y allí encontrarás alivio." No; más bien dice: "Yo, una Persona, te daré descanso a ti, una persona, por medio de un claro acto mío, si tú deseas venir a Mí."Ese trato directo de Cristo con las personas es ciertamente bendito.

Tennyson es autor de un poema que es, para mí, el más dulce de todos los que escribió. Tiene que ver con una niña que fue hospitalizada y que sabía que debía ser operada, con gran riesgo de su vida. Así que ella le preguntó a su compañera de la cama contigua qué debía hacer. Su compañera le dijo que le contara todo a Jesús y le pidiera que la cuidara. Entonces la niña preguntó: "Pero, ¿cómo me podrá conocer Jesús?" Las dos niñas estaban confundidas porque había muchísimas hileras de camas en el hospital infantil, y además pensaban que Jesús estaba tan ocupado, que no sabría cuál niña le había pedido que la cuidara. Entonces acordaron que la niña pusiera sus manos fuera de la cama, para que cuando Jesús las viera, supiera que ella era la niña que lo necesitaba. La escena, tal como el poeta la describe, es conmovedora.
Al relatarla le quito algo de su encanto, pues, por la mañana, cuando los doctores y las enfermeras se paseaban por el pabellón, se dieron cuenta de que Jesús había estado allí y que la niña había ido a Él sin necesidad de la operación. Él la había cuidado de la mejor manera posible; y allí estaban sus manitas, extendidas fuera de la cama.

Bien, nosotros ni siquiera tenemos que hacer eso, puesto que el Señor Jesús nos conoce a cada uno, y Él vendrá personalmente a cada uno de nosotros, y nos hará descansar. Aunque es muy cierto que tiene mucho que hacer, aún puede decir: "Mi Padre hasta ahora trabaja; también yo trabajo", ya que el universo entero se mantiene en funcionamiento por su fuerza omnipotente, y Él no olvidará a ninguno que venga a Él. De igual manera que una persona con abundantes alimentos puede decir a una gran multitud de hambrientos: "Vengan conmigo, y yo les daré alimento a todos", de la misma manera Cristo sabe que en Sí mismo tiene el poder para dar descanso a cada alma fatigada que venga a Él. Tiene absoluta certeza de ello, por lo que no dice: "Ven a mí, y haré todo lo que esté de mi parte contigo" o "si me esfuerzo, tal vez pueda hacerte descansar". ¡Oh, no; sino que Él dice: "Ven a mí, y yo te haré descansar"! Es algo que se da por sentado en Él, ya que, déjenme decirles, ha ejercitado Su mano en millones de personas, y no ha fallado ni una sola vez, por lo que habla con un aire de sólida confianza. Estoy seguro, tal como mi Señor lo estaba, que si hay alguien aquí entre ustedes que quiera venir a Él, Él puede dar y dará descanso a su alma. Él habla con la conciencia de poseer todo el poder requerido, y con la absoluta certeza de que puede realizar el acto requerido.Porque, fíjense, Jesús promete sabiendo todo de antemano acerca de los casos que describe.

Él sabe que los hombres están fatigados y cargados. No hay dolor en el corazón de alguien aquí presente, que Jesús no conozca, porque Él lo sabe todo. Los pensamientos de ustedes pueden estar retorcidos de muchas maneras, y todos sus métodos de juicio pueden parecer un laberinto, un rompecabezas que, según creen ustedes, nadie puede descifrar. Pueden estar sentados aquí diciéndose: "Nadie me entiende, ni siquiera yo mismo. Me encuentro atrapado en las redes del pecado, y no veo ninguna forma de escapar. Estoy perplejo más allá de toda posibilidad de liberación." Te digo, amigo mío, que Cristo no habla sin sentido cuando dice: "Ven a mí, y yo te haré descansar."

Él puede seguir el hilo a través de la madeja enmarañada y puede extraerlo en línea recta. Él puede seguir todas las torceduras del laberinto hasta llegar a su propio centro. El puede quitar la causa de tu problema, aunque tú mismo no sepas de qué se trata; y lo que para ti se encuentra envuelto en misterio, un dolor impalpable que no puedes manejar, mi Señor y Salvador sí puede eliminarlo. Él habla acerca de lo que puede hacer cuando da esta promesa, ya que Su sabiduría es tal, que puede percibir las necesidades de cada alma individual, y su poder es lo suficientemente grande para aliviar todas las necesidades; así que Él dice a cada espíritu fatigado y cargado el día de hoy: "Ven a mí, y yo te haré descansar."Recordemos también que, cuando Cristo dio esta promesa, Él sabía el número de los que habían de ser incluidos en la palabra "todos". A pesar de que para nosotros ese "todos" incluye una multitud que ningún hombre puede contar, "el Señor conoce a los que son suyos" y cuando dijo: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar", no hablaba desconociendo que hay miles y millones y cientos de millones que están fatigados y cargados, y Él se dirigía concretamente a ese vasto conglomerado cuando dijo: "Venid a mí, y yo os haré descansar."Queridos amigos, ¿he logrado hacerlos pensar acerca de la grandeza del poder y la gracia del Señor? ¿Los he motivado para que lo adoren? Espero que así sea. Mi propia alma desea postrarse a Sus pies, absorta en la dulce consideración de la grandeza de esa gracia que de tal manera se expresa y que habla con la verdad cuando dice a toda la raza humana en la ruina: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo" -con una certeza absoluta- "os haré descansar."No debemos olvidar tampoco que lo que Cristo ha prometido tiene vigencia para todos los tiempos. Aquí tenemos a un hombre hablando que fue "despreciado y desechado por los hombres". Veámoslo claramente ante nuestros ojos, el hijo del carpintero, el hijo de María, "varón de dolores y experimentado en el sufrimiento". Sin embargo, Él dijo a los que se congregaban a su alrededor: "Venid a mí, y yo os haré descansar"; pero Él miraba a través de todos los siglos que habrían de venir, y nos habló a nosotros congregados aquí ahora, y luego miró a todas las multitudes de esta gran ciudad, y de este país, y de todas las naciones de la tierra, y dijo: "Venid a mí, y yo os haré descansar." En efecto, Él dijo: "Hasta que yo venga de nuevo a la tierra, sentado sobre el trono del juicio, prometo que toda alma cargada que venga a Mí encontrará descanso." Por su multitud, los sufrimientos de los hombres son semejantes a las estrellas del cielo, y los hombres mismos son innumerables. Cuenten, si pueden, las gotas del rocío de la mañana, o las arenas del mar y seguidamente traten de contar a los hijos de Adán desde el principio del tiempo; pero, nuestro Señor Jesucristo, hablando a la vasta multitud de hijos de los hombres que están fatigados y cargados, les dice: "Venid a mí; venid a mí; porque el que a mí viene jamás lo echaré fuera; y al que viene a mí, yo le daré descanso para su alma."Muestra, también, la grandeza del poder y la gracia de Cristo cuando recordamos a los muchos que han comprobado que esta promesa es verdadera. Ustedes saben que a través de todos estos siglos hasta ahora, ninguna alma fatigada y cargada ha venido a Cristo en vano. Aun en los últimos confines de la tierra, no se ha encontrado un criminal tan vil, o un alma totalmente encerrada en el calabozo de la Gigante Desesperación, que al venir a Cristo no haya recibido el descanso prometido y, por lo tanto, Cristo ha sido engrandecido.

III. Ahora consideremos juntos, por unos minutos, la SIMPLICIDAD DE ESTE EVANGELIO.Jesucristo dice a todos los que están fatigados y cansados: "Venid a mí, y yo os haré descansar." Esta invitación implica un movimiento, un movimiento de algo a algo. Ustedes son invitados a alejarse de todo aquello en lo que han venido poniendo su confianza, y a caminar hacia Cristo y confiar en Él; y en cuanto lo hagan, Él les dará el descanso. ¡Cuán diferente es esta simplicidad, de los sistemas complejos que los hombres han establecido! Pues, de conformidad con las enseñanzas de ciertos hombres, para ser cristianos y para seguir todas las regulaciones del culto, necesitan tener una pequeña biblioteca de consulta para saber a qué hora hay que encender las veladoras, y cómo mezclar el incienso, o la manera adecuada de usar el velo, y adónde deben voltear al decir cierta oración, y a qué otro lugar deben de voltear al decir otra, y si su entonación o su canto o su murmullo será aceptable a Dios.¡Oh queridos, queridos, queridos! Toda esta compleja maquinaria inventada por el hombre (el así llamado "bautismo" en la infancia, la confirmación en la juventud, "tomar el sacramento", como algunos lo llaman) es un maravilloso abracadabra, lleno de misterio y falsedad y engaño; pero, de acuerdo con la enseñanza de Cristo, el camino a la salvación es solamente éste: "Venid a mí, y yo os haré descansar." Y si tú, querido amigo, vienes a Cristo y confías en Él, encontrarás ese descanso y esa paz que Él se complace en otorgar; encontrarás el corazón de la nuez, alcanzarás la esencia y la raíz de todo el asunto. Si tu corazón abandona cualquier otra confianza y sólo está dependiendo en Jesucristo, encontrarás la vida eterna, y esa vida eterna nunca será arrebatada de ti. Por tanto, no esperes para gozarte en ello.Y prosiguiendo, esta invitación está en el tiempo presente: "Ven ahora." No esperes a llegar a casa, sino deja que tu alma se mueva hacia Cristo. Nunca vas a estar en mejor condición para ir a Él de lo que estás ahora; ni estarás en nada peor al venir a Él, a menos que, al posponer el llamado, estés más endurecido y menos inclinado a venir. En este mismo momento necesitas a Cristo; por lo tanto, ve a Él. Si estás hambriento, ésa es ciertamente la mejor razón para comer. Si estás sediento, ésa es la mejor razón para beber. O puede ser que estés tan enfermo que no tengas hambre. Entonces ve a Cristo, y come de las provisiones del Evangelio hasta que se abra tu apetito de esas provisiones. Al pecador que afirma: "no tengo sed de Cristo", me gusta decirle: "ve y bebe hasta que se abra tu sed", porque de la misma manera que una bomba de agua no funciona si no le echas líquido primero, así sucede con ciertos hombres. Cuando reciben algo de la verdad en sus almas, aunque pareciera al principio una recepción muy imperfecta del Evangelio, eso les ayudará posteriormente a ansiar más profundamente a Cristo y a sentir un gozo más intenso de las bendiciones de la salvación.De todas maneras, Cristo dice: "Ven ahora", y Él dice de manera implícita: "Ven, tal como eres". Tal como son, vengan a mí, todos los que están fatigados y cansados, y yo les haré descansar. Si ustedes trabajan, entonces, antes de lavar sus manos mugrosas, vengan a mí, y yo les haré descansar. Si ustedes están débiles y cansados, y al borde de la muerte, mueran en mi pecho; porque para eso han venido a mí. No venimos a Cristo cuando ejercitamos nuestro propio poder de venir, sino cuando nos olvidamos de nuestro deseo de permanecer alejados de Él. Cuando el corazón se rinde, suelta todo aquello que está sosteniendo, y se arroja a las manos de Cristo; es en ese momento que se realiza el acto de fe, y es a ese acto que Cristo los invita cuando dice: "Venid a mí, y yo os haré descansar.""Bien" -dice alguno- "yo nunca he entendido el Evangelio; siempre me ha intrigado y me ha dejado perplejo." En ese caso, voy a tratar de presentártelo de manera muy sencilla: Jesucristo, el Hijo de Dios, vivió y murió por los pecadores, y tú estás invitado a venir y confiar en Él. Confía en Él; depende de Él; echa todo el peso sobre Él; ve a Él y Él te dará descanso. ¡Oh, que por su infinita misericordia Él revele esta sencilla verdad a tu corazón, y que tú estés presto a aceptarla ahora mismo! Yo quiero glorificar a mi bendito Señor, que trajo al mundo un plan de salvación tan sencillo como éste. Hay algunos hombres que parecen rompecabezas, ya que les gusta perderse en dificultades y misterios, y desplegar ante sus oyentes los frutos de su gran cultura y su maravilloso saber. Si su Evangelio es verdadero, es un mensaje exclusivamente para la élite; y muchos tendrían que ir al infierno si ésos fueran los únicos predicadores. Pero nuestro Señor Jesucristo se gloriaba en predicar el Evangelio a los pobres, y es para honra Suya que puede decirse, hasta este día, "no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia". Es una bendición que haya un Evangelio que se adecua al hombre que no sabe leer, y que también se adapta al hombre que no puede hilvanar dos pensamientos consecutivos, y que se rebaja al hombre cuyo cerebro ha fallado casi completamente a la hora de la muerte; un Evangelio que se adecua al ladrón muriendo en la cruz; un Evangelio tan sencillo que, si sólo hubiera gracia para recibirlo, no requiere de grandes poderes mentales para ser entendido.

Bendito sea mi Señor por darnos un Evangelio tan sencillo y simple como éste.Quiero que presten atención a un punto más, y luego concluyo mi mensaje. Y es éste: LA GENEROSIDAD DEL PROPÓSITO DE CRISTO.Vengan, amados que aman al Señor, escuchen mientras les repito estas dulces palabras Suyas: "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cansados, y yo os haré descansar." "Yo os haré…" Él no dice: "Vengan a mí y tráiganme algo", sino "Venid a mí, y yo os haré descansar". Tampoco expresa: "Venid y haced algo para Mí", sino "Yo haré algo por ustedes". Posiblemente éste haya sido su problema, queridos hermanos, que han deseado traer hoy un sacrificio aceptable; y en la escuela dominical, o en alguna otra forma de servicio, han estado tratando de honrarle. Me da gusto, y espero que sigan intentándolo, pero cuídense de no caer en el error de Marta, y "afanarse con mucho servicio". Por un instante olvídense de la idea de venir a Cristo para traerle algo; vengan ahora, ustedes que están fatigados y cargados, y reciban una bendición de Él, pues ha dicho "yo os haré descansar". Cristo puede ser honrado cuando ustedes le dan, pero debe ser honrado por lo que Él les da.

No hay duda de la bondad de lo que recibirán si vienen a Él; entonces, ahora mismo, no piensen en traerle nada a Él, sino vengan a Él para que puedan recibir de Él."Quiero amar a Cristo", dice uno. Bien, olvídate de eso ahora; más bien trata de sentir cuánto te ama Él. "¡Oh, pero yo quiero consagrarme a Él!" Muy bien, mi querido amigo; pero, mejor ahora piensa cómo se consagró por ti. "¡Oh, pero yo deseo no pecar más!" Muy bien, querido amigo; pero, mejor ahora piensa cómo cargó con tus pecados en su propio cuerpo en el madero. "¡Oh -dice uno-, quisiera tener un frasco de alabastro con un ungüento muy precioso, para ungirle Su cabeza y Sus pies, y que toda la casa se llene de un dulce perfume!" Sí, todo eso está muy bien, pero escucha: Su nombre es un ungüento derramado; si no tienes nada de ungüento, Él tiene; si no tienes nada que traerle a Él, Él tiene abundancia que darte.

Cuando mi querido Señor llama a alguien para que venga a Él, no es para Su propio beneficio que lo llama. Cuando les otorga favores, cuando viene con grandes promesas de descanso, no es un soborno para comprar sus servicios. Es demasiado rico para tener necesidad de los mejores y los más fuertes de nosotros; solamente nos pide, en nuestra gran caridad, que seamos tan amables de recibir todo de Él.
Esto es lo más grande que podemos hacer por Dios, estar totalmente vacíos para que su todo pueda verterse en nosotros. Eso es lo que quiero hacer cuando me siente a la mesa de la comunión. Quiero estar sentado allí, sin pensar en nada que pueda ofrecer a mi Señor, sino abrir mi alma, y tomar todo lo que Él quiera darme. Hay momentos en que los tenderos están vendiendo su mercancía, pero también hay momentos en que reciben mercancía, como ustedes saben. Por tanto, ahora, abran la puerta de la gran bodega y dejen entrar todos los bienes. Dejen que Cristo entero entre en su alma."No siento" -dice uno- "como si yo pudiera gozar la presencia de mi Señor." ¿Por qué no? "Porque he estado dedicado intensamente todo el día a su servicio; y ahora estoy tan fatigado y cargado." Tú eres alguien a quien especialmente llama el Señor a venir a Él. No trates de hacer nada, excepto simplemente abrir tu boca, y Él la llenará. Ven ahora y simplemente recibe de Él, y dale gloria recibiendo. ¡Oh sol, tú alumbras; pero no hasta que Dios te hace brillar! ¡Oh luna, tú alegras la noche; pero no con tu propio brillo, sino sólo con luz prestada! ¡Oh campos, ustedes producen cosechas; pero el gran Agricultor crea el grano! ¡Oh tierra, tú estás llena; pero solamente llena de la bondad del Señor! Todo recibe de Dios, y le alaba cuando recibe. Permítanme que mi cansado corazón se incline quieto bajo la lluvia de amor; permítanme que mi alma cargada descanse en Cristo, y lo pueda alegrar al estar alegre en Él.¡Dios los bendiga a todos, y que Cristo sea glorificado en su salvación y en su santificación, por causa de Su nombre! Amén.

Un duro mensajero (anónimo)












UN MENSAJE DURO



A continuación queremos ocuparnos del tema "El infierno bíblico", y responder a la pregunta: ¿Qué entiende la Biblia por "infierno"? Al ponderar este asunto, mi corazón está siendo conmovido por dos pensamientos importantes. Al pensar sobre el futuro de los hijos de Dios, mi corazón arde, pues ellos pasarán la eternidad en el cielo; y es con gran gozo que esperamos las maravillosas revelaciones prometidas en la Escritura, que tienen validez para todos los seres humanos que son salvos por la fe en Jesucristo.Pero cuando leemos con atención todas la demás revelaciones de la Escritura que hablan del eterno destino de los perdidos y condenados, y cuando leemos lo que la Biblia dice sobre el infierno, entonces nuestro corazón es estremecido por el temor.

Es con una tremenda seriedad que la Biblia sobre ese lugar al cual da por nombre "infierno". La escritura lo denomina también "el lago de fuego", el "lugar de perdición" para los que no son salvos, o, también, "el lugar de tinieblas".Debo admitir que pasé por una dura lucha interior antes de atreverme a escribir sobre este tema. Desearía poder creer que no existe infierno para los malos. Desearía no tener que predicar jamás sobre el tema terrible. Preferiría más bien hablar sobre el amor de Dios. ¡Cuán feliz me sentiría si no tuviera que hablar acerca de la ira de Dios que está sobre los pecadores! Debo confesar que traté de hacerlo, y me esforcé para no hablar jamás sobre este hecho.

No hay otra opción para el predicador.
El predicador del evangelio no tiene otra opción en estas cosas. Tiene que anunciar todo el designio de Dios, y todo lo que la Palabra de Dios contiene, a los seres humanos. La seria advertencia anunciada por el profeta Ezequiel resonaba en mis oídos hasta que me decidí a obedecerla.

Ezequiel 3:17-18 Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.

Esto bastó para convencerme. En aquel momento le prometí al Señor, invocando Su ayuda, dedicar todas mis fuerzas a exhortar a mi prójimo y mantener mis manos puras y sin mancha. Por las siguientes cuatro razones es que escribo sobre el infierno:
1.- Es una indudable revelación de la Escritura.
2.- Dios nos mandó exhortar a las personas con referencia al infierno.
3.- Ya que en los púlpitos no se habla casi nada sobre este hecho, es una necesidad obligatoria levantar la voz en cuanto a este serio asunto.
4.- El infierno es una necesidad moral en un concepto moral del mundo.
Primeramente nos damos cuenta de que la Escritura habla de un lugar en que los malos, los que no se arrepintieron y los que rechazan a Cristo y lo desprecian, tienen que pasar la eternidad; lo denomina de varias maneras: el lago de fuego, la muerte segunda, el lugar de tinieblas, el lugar preparado para el diablo y sus ángeles y otros nombre parecidos. Pero todos son resumidos en la palabra "infierno".
Esta palabra, como tal aparece 53 veces en nuestra Biblia. La hallamos 32 veces en el Antiguo y 21 veces en el Nuevo Testamento. Debemos añadir que la palabra "infierno" que tenemos en nuestras Biblias es una traducción de por lo menos tres palabras hebreas distintas.
Siempre que esta palabra aparece en el Antiguo Testamento, aparece en la forma "Sheol", y no se refiere al infierno, sino que describe el lugar donde eran guardadas las almas de los muertos hasta la resurrección de Jesucristo. En el nuevo Testamento la palabra "infierno" aparece 21 veces, pero al menos en 10 ocasiones se trata de una traducción de la palabra "Hades".
Esta palabra "Hades" es del griego, y tiene el mismo sentido de la palabra hebrea "Sheol"; ambas palabras describen el lugar donde se encuentran los muertos no salvos. En esos 10 versículos bíblicos del Nuevo Testamento en los cuales aparece la palabra "infierno", no se habla, pues, del lugar de eterna condenación de los perdidos sino del pasajero "Sheol-Hades", donde los perdidos son guardados hasta el día del juicio, en que también el "Sheol-Hades" será puesto en el eterno lago de fuego.
"Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda". Apocalipsis 20:14

Las almas de los perdidos están ahora en el Hades. Al final del reino de Jesucristo, en la segunda resurrección, ellos resucitarán para ser lanzados, después del juicio, en alma y cuerpo al lago de fuego. Es, pues, importante que distingamos entre el pasajero lugar intermedio llamado "Sheol-Hades", donde los perdidos se encuentran en el presente, y el "infierno", o lugar de eterna condenación.

Ya que estamos hablando de este hecho, tenemos que contemplar aún otra palabra que aparece una sola vez en la Biblia, y que también fue traducida como "infierno". Está en la segunda epístola de S. Pedro.
"Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio..." (II Pedro 2:4).
Aquí Dios nos da una explicación concerniente a los ángeles caídos, quienes fueron arrojados al infierno. Pero, aquí tampoco la palabra fue traducida en completa concordancia con el sentido del texto original griego. En griego se lee la palabra "tartaroo". y ésta no significa "lago de fuego" sino otro lugar especial en donde Dios reserva al grupo de ángeles caídos hasta aquel día en que ellos serán arrojados al lago de fuego junto con su líder, Satanás. Apocalipsis 20:10.
En otros versículos bíblicos del Nuevo Testamento donde aparece la palabra "infierno", se trata de la traducción de la palabra griega "Gehenna". Repito que la palabra "infierno" aparece 53 veces en nuestra Biblia. Pero, en la mayoría de los casos en que aparece en el Nuevo Testamento, figura la palabra "Gehenna", y debería haber sido traducida como "Hades", y no como "infierno". En la 2da Epístola de Pedro, el versículo que contiene la palabra "tartaroo" tampoco debe traducirse "infierno", pues no sirve para describir el lago de fuego.

JESÚS USA ESTA PALABRA 10 VECES
En 11 lugares del Nuevo Testamento hallamos la palabra "infierno" correctamente traducida del texto original, refiriéndose al lugar de la eterna condenación. Es admirable que esta seria palabra fue pronunciada diez veces por los labios de Jesús por Aquél que era la mansedumbre en persona, y una sola vez por otro, Santiago, en el capítulo 3, versículo 6 de su epístola. Subrayo especialmente el hecho de que la palabra "Gehenna" que se traduce infierno salió diez veces de la boca de Jesús, del Salvador, que es tan amoroso, misericordioso y manso, y que había venido a salvar a los hombres de la eterna perdición.
En dos ocasiones menciona el Señor esta palabra en su sermón del monte. A esta altura debemos hacer mención de este hecho con toda seriedad, ya que la teología moderna niega la existencia del infierno.
Siempre se dice de nuevo que Dios es amor, que es gentil, misericordioso, paciente, y que jamás se le ocurriría lanzar a lo que El creó a un lago de fuego. ¡Cuántas veces se nos repite que no deberíamos predicar sobre juicio, pecado, condenación y eterna perdición, describiendo estas cosas como doctrina pagana de la edad media, un vestigio de una época oscura y del politeísmo pagano.
Se nos dice que hacemos mejor en predicar sobre las bienaventuranzas, sobre el dorado camino del medio, y el Sermón del monte. Muchas veces somos advertidos con estas palabras. Pero deberíamos predicar también sobre el hecho del infierno, pues las dos primeras veces que esta palabra aparece en el Nuevo Testamento fue dicha por el Salvador mismo, y sobre el monte (Mateo 5:22,29).

EL INFIERNO ES UN HECHO
El infierno es un hecho terrible. Podemos rebelarnos contra el infierno, podemos tratar de negarlo...pero sigue siendo un hecho. Desearía poder creer que no existe ningún lugar de eterna condenación, pero si lo creyera, tendría que echar fuera mi Biblia y declarar a Jesús un engañador; podría también transgredir todas la leyes, y debería cesar de creer en un Dios santo y justo.
Si no hubiera una sentencia eterna de la cual uno debe ser salvado, entonces sería innecesaria la venida del Salvador, Su muerte sería un juicio equivocado de parte de Dios, y la Biblia un libro de cuentos oscuros y atemorizantes, un libro lleno de pesimismo.
Si no existe un infierno, cada predicador del evangelio que amonesta a sus oyentes hablando de la ira venidera de Dios es un miserable pobrecito a quien deberían hacer callar para siempre. Pero si Dios y la Biblia siguen teniendo razón, y si la existencia del infierno es un hecho, aquéllos que no levantan su voz en advertencia para amonestar a la gente de la ira venidera de Dios, no pasan de ser miserables e infieles traidores de su prójimo, y desobedientes a Dios y Su palabra.
Pero si piensas que estas palabras son demasiado dramáticas, permíteme que te recuerde las palabra del comienzo de este capítulo: "Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquél que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; si, os digo, a éste temed".
O, escucha también lo que Jesús dice en otro lugar:"Y no temáis a los que matan el cuerpo, más al alma no pueden matar; temed más bien a aquél que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28)

Estas palabra del Salvador, o son verdaderas o no lo son. Una u otra cosa. Si no son verdaderas, entonces el Señor se equivocó y no tiene sentido seguir llevando una Biblia con nosotros. Pero estas palabras son la pura verdad, son palabras de Dios. Jesús mismo ha dicho estas palabras, y por eso yo -como siervo de Dios- no puedo hacer otra cosa que exclamar: "Apúrate, date prisa, apúrate, huye de la ira venidera de Dios antes de que sea demasiado tarde para siempre!"
No puedo sino pensar en esas palabras del profeta Ezequiel que todavía resuenan en mi alma: "Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tu no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de su mano" Ezequiel 3:18.
¡Oh, Dios mío, ayúdame a mantener mis manos limpias de la sangre de mi prójimo!
Permíteme que te diga ahora cómo puedes escapar de este horrible destino de la eterna condenación. Dios dice que El no quiere que nadie se pierda. Ha preparado un camino para que podamos escapar de todo eso, por medio de Su Hijo Jesucristo. Jesús, el Hijo de Dios, murió en la cruz y resucitó de entre los muertos para salvarnos del juicio de la eterna perdición. Su palabra lo dice muy claramente: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida" (Juan 5:24)

LA VERDAD SOBRE LA CUAL TODOS CALLAN
"Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Más él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mateo 22:12-13)
La palabra de Dios, y Jesús mismo, enseñan -sin contradicción y sin permitir que quepan dudas- que, tan ciertamente como existe un cielo para los salvos, existe también un infierno para los perdidos. Es una exigencia ineludible de la Escritura hablar sobre este impopular tema. Justamente, por ser esta verdad tan impopular y desagradable, es que callan acerca de ella en la mayoría de los púlpitos, y en muchas iglesias evitan este tema por pertenecer justamente a esas verdades desagradables que prefieren no tocar.
Se escucha la palabra "infierno" con mucha más frecuencia en las calles, trenes, omnibuses, oficinas, etc. que desde los púlpitos de las iglesias. La gente impía, al jurar, usa esta palabra más a menudo que muchos predicadores en la iglesia. Allí donde deberían usarla, se esfuerzan por evitarla.

UN TRUCO SATÁNICO
Es un peligroso truco del diablo, nuestro mayor enemigo, quitar de los corazones de las personas el temor de Dios y el temor del infierno. Se nos dice con palabras llanas: "No prediquen sobre el juicio, no atemoricen a la gente con la predicación sobre un Dios que tiene ira. Háblenles de un Dios de amor, hablen de su bondad y de la dignidad de los seres humanos, hablen sobre la paternidad general de Dios". Pero esto no altera la Palabra de Dios.
Tampoco puede alterar la realidad de la cual hablamos. El infierno tal vez ha cesado de infundir temor en muchos, pero sin embargo no ha perdido nada de su realidad. El infierno sigue siendo un hecho bíblico claramente descrito en la Palabra de Dios.
Recientemente me escribió un amigo mío, comunicándome: "Estoy muy sorprendido de que un hombre como usted, una persona científica y muy culta, pueda seguir creyendo en una cosa tan pasada de moda, no probada y procedente del tiempo del paganismo como es el infierno. Un científico moderno, de nuestra época, ya no cree en semejante cosa". Si lo último que afirma es cierto, ya no pertenezco a los científicos. Y sin ningún científico moderno cree ya en la existencia del infierno, ¿qué se prueba por esta circunstancia?

No altera en lo más mínimo la Palabra de Dios. Pero no es verdad que todos los científicos de nuestra época nieguen el hecho de la existencia del infierno y la fe en un juicio eterno. Aún hay miles de personas muy cultas en el mundo que no solamente creen esto sin que también testifican, con gozo, que fueron salvadas del temor y del juicio venidero por la fe en Jesucristo. La incredulidad no cambia nada en cuanto a la verdad. La palabra de Dios es verdad.
Creo que, en la época de Noé, ni siquiera uno de los sabios dio crédito a las palabras de Noé cuando éste predicaba acerca del diluvio inminente. Pero el diluvio vino. No sabemos esto solamente por la Biblia, sino también porque la geología puede probarlo científicamente. Igualmente probable es que no había ningún científico en la época de Lot que creyera en la inminencia de un juicio sobre Sodoma y Gomorra. Sin embargo, el juicio vino y los mató a todos. Y a los grandes y sabios hombres de la época en que nuestro Señor andaba en esta tierra, ¿no les predijo El la destrucción de Jerusalén y el juicio de Dios sobre la nación de Israel? ¡Y con qué precisión sucedió eso! Sí, aún sigue siendo así: "antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso" (Romanos 3:4).
Satanás completó una obra maestra al susurrar a los seres humanos que el infierno no es una realidad, que existe solamente en la imaginación y fantasía de los hombres. Por eso hay tan poca gente hoy en día que sigue creyendo en ese hecho bíblico que es el infierno.
Las personas que ahora hablan tan irresponsablemente sobre el infierno, temblarían y se desanimarían si tuvieran una idea de la realidad. A menudo uno escucha o lee en las revistas los muchos chistes que se hacen sobre este lugar terrible, y muchas veces los que dicen o escriben estos chistes sucios son aquellos sobre los cuales será pronunciado ese horrible juicio.
LA LLAVE HACIA LA SALVACIÓN
Si nuestro deseo es que venga un despertar y que muchas almas se salven, esto puede suceder solamente si predicamos, sin compromisos y sin disculpar la iniquidad y repugnancia del pecado sobre la santidad de Dios y sobre la existencia del infierno tal como la Biblia lo describe...
Al ocuparnos de la historia de los avivamientos de todas las épocas, nos damos cuenta de que no fueron solamente un fruto de la predicación del amor de Dios sino también de la ira de Dios que sobreviene a los seres humanos. Muy a menudo se habla de la "llave hacia un despertar", pero yo soy de la opinión de que la verdadera llave es volver a la buena predicación de la Santidad de Dios, de su odio contra el pecado y también del fuego del juicio eterno, tal como la practicaban los primeros metodistas, y que pasó de moda. Creo en la Biblia; para mí, cada palabra de ella es palabra de Dios.
Creo lo que la Biblia dice sobre el amor de Dios, sobre Su misericordia, Su gracia, Su paciencia y bondad. Creo también lo que la Biblia dice sobre el cielo. Pero, igualmente creo que tenemos que vernos con un Dios santo, perfecto, justo, que de ninguna manera pasa por alto la culpa y el pecado sino que insiste en que toda desobediencia y todas las transgresiones encuentren su justo castigo y su retribución. Justamente porque creo todo eso, yo sería un miserable hipócrita si no advirtiera a mis semejantes acerca de este peligro.

LA BIBLIA HABLA CLARAMENTE
Citaré algunas referencias de la palabra de Dios. Si crees en la Biblia, ella te convencerá. Pero si no crees en la palabra de Dios, entonces nos falta esa base común sobre la cual podemos edificar y ya no tiene sentido seguir hablando. Te pareces, pues, a un barco sin timón, a un velero que trata de cruzar el océano sin compás.
En la segunda epístola del apóstol Pablo a los Tesalonicenses, leemos lo que Pablo, bajo la dirección del Espíritu Santo, escribió sobre la venida del Señor: "...y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición; excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder" II Tesalonicenses 1:7-9.
Y el apóstol Juan escribe, en el Apocalipsis: "Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda" Apoc. 21:8
Escucha también lo que el Señor Jesús mismo dice al describir, en Mateo 25, el fin de los pecadores: "Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna" Mateo 25:41-46

Creo que no hace falta citar más referencias bíblicas para saber lo que la Biblia dice sobre el fin de los pecadores. Lejos esté de mí tratar de convencerte de la realidad del infierno. Quiero decirte solamente lo que la Biblia enseña y dice sobre este lugar. Si lo niegas, no rechazas mis palabras sino la palabra santa e infalible de Dios. Si tienes una opinión distinta que la mía, esto no es nada trágico, pues yo puedo equivocarme; pero si opinas distinto que la Biblia, lo haces a costo de tu alma inmortal. Si no crees, tienes que vértelas con El, el Escritor y Autor de la Biblia, y no conmigo. Todo lo que yo puedo y trato de hacer con toda seriedad es decirte lo que Dios dice. La decisión es tuya. O lo recibes o lo rechazas.

¿ES NECESARIO QUE EXISTA UN INFIERNO?
Antes que terminemos este capítulo quiero decir algunas palabras sobre la absoluta necesidad moral de retribución. Siempre estamos escuchando la misma objeción: "No puedo comprender que un Dios que es amor mande a Sus criaturas a un lugar de tortura. No puedo creer que un Dios que ama a todos los hombres pueda permitir que ellos tengan que padecer y sufrir en un lugar como el infierno". No se trata de esta cuestión; nuestros sentimientos y nuestras emociones no interesan. En el fondo, se trata aquí de lo que Dios mismo tiene que decir en cuanto a esta cuestión, y no de lo que tú y yo pensamos sobre ella. Recuerdo que el diablo le susurró el mismo argumento a Eva. Dios le había dicho: "No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis". Pero el diablo sembró una duda en el corazón de Eva, dicéndole: "No moriréis..."
Su opinión era contraria a la opinión de Dios. Lo repito otra vez: desearía no tener que creer en la realidad de una eterna condenación. Pero, ante la Palabra de Dios, que enseña este hecho tan inequívocamente, y frente a la santidad de Dios, mi propio raciocinio, mi propia razón me dice también que tiene que haber una retribución, un lugar de retribución. El hecho de la existencia del infierno se basa en los fundamentales principios morales de todos los conceptos de este mundo. Si cesaran de castigar a los criminales y transgresores, pronto sucedería que toda la moral y la dignidad caerían convertidas en escombros.

EL FUNDAMENTO DE UN GOBIERNO
La base de un buen gobierno es la justicia. Los transgresores de la ley tienen que ser castigados. Tenemos leyes según las cuales los ladrones, asesinos, mentirosos, engañadores y traidores son castigados; y ¡que nadie piense que es injusto hacerlo! Cada prisión y cada penitenciaría que hay en el mundo entero es un monumento de la necesidad de un gobierno moral y de la justicia, que exige que los transgresores reciban castigo.
¡Qué mundo sería aquel en que no hubiera leyes según las cuales se ejerce el gobierno sobre los seres humanos, y donde no hubiera retribución para criminales y transgresores! Hasta existe la pena de muerte para los que cometen delitos contra la vida humana. Y tampoco en cuanto a esto nadie piensa en cuestionar el derecho del gobierno a hacer tal cosa.
¿Por qué entonces quiere alguien poner en duda el derecho del Dios soberano y todo justo de castigar a los seres humanos, creados por El mismo, cuando éstos se rebelan contra El? ¿Quieres quitarle a Dios este derecho? Si es así, descubrirás pronto que también el edificio moral de la humanidad, sí, de todo el universo, cae en pedazos y se vuelve un caos.
El mundo está repleto de diferencias, y hay desproporciones tan grandes que exigen que venga un día de retribución. Si todo terminara con la muerte, ¿Cómo podríamos soportar la vida de los déspotas que llevan una vida de lujos, subyugando, maltratando, saqueando, asesinando y cometiendo cualquier cantidad de horrores? Mi fe en la dignidad moral de Dios tendría que caer hecha trizas. No, un Dios de amor que pasara por alto y no castigara el pecado no sería Dios.
Haría menos de lo que exige y demanda la justicia humana.
¿Cómo se explican todos los sufrimientos que traen consigo la muerte y lágrimas, corazones dolientes y preocupaciones, enfermedades, penas y separaciones? ¿Qué explicación tenemos para las guerras que destruyen a millones de humanos, para la enfermedades que diezman a innumerables seres humanos? Si Dios es un Dios de amor, por favor, ¡explícame por qué El permite todas esas cosas! Si Dios es sólo un Dios de amor que no quiere que sufra una criatura hecha por El, entonces dime por qué tenemos todas esas cosas en el mundo hoy en día, aunque simultáneamente existe un Dios omnipotente y amoroso que gobierna sobre todo.
Pero, no es necesario que perdamos el ánimo. Hay un camino de escape de todas estas tinieblas y de la tribulación. Gracias a Dios, hay una salvación. Es la salvación ofrecida en el Hijo de Dios; y en ella está nuestra esperanza. ¡Qué triste y sin esperanza sería la vida si Dios no hubiera abierto ningún camino para darnos la posibilidad de escapar de la miseria venidera! Esto sigue siendo verdad: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" Juan 3:16
Tu esperanza y la mía se basan en recibir la oferta divina de Su eterna salvación, y no en la rebelión contra Su justicia o en negarle Su derecho de Padre de castigar a los impíos. ¿No quieres arreglar ahora este asunto con Dios, recibiendo al Señor Jesucristo como tu Salvador y Señor? Entonces experimentarás tu también que "ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" Romanos 8:1
¿Por qué no creer en la Palabra de Dios? Admite tu pecado, confiésalo, humíllate por él y recibe a Cristo como tu Salvador para este tiempo y por la eternidad. Entonces estarás libre de la acusación de tu culpa y tu pecado, y la venidera ira de Dios ya no te atemorizará